Desde la perspectiva interna, el café sigue siendo vital para Colombia. Si bien ha perdido relevancia como porcentaje del PIB o de las exportaciones totales del país, su impacto en la economía es muy importante. El valor de la cosecha cafetera anual es de $3,4 billones (0,68% del PIB) que aunque no es mucho, es dinero en efectivo que va directamente al consumo de las familias. El empleo cafetero es el más grande del país y las exportaciones, cuyo valor en 2009 fue de US$1.723 millones, aún son significativas. Además, el café sigue siendo vital para Colombia desde la perspectiva de la cohesión social. La estructura de producción, con base mayoritariamente en el minifundio, les da sentido de pertenencia a los productores y mantiene la unidad familiar en las regiones de cultivo. Estos son elementos que tienen valor. De hecho, la sostenibilidad de la producción es uno de los factores más importantes desde la perspectiva de los consumidores globales. La estructura de la caficultura colombiana puede llegar a ser un gran activo a la hora de conquistarlos.
El café colombiano lo tiene todo para salir adelante en este siglo, pero el modelo cafetero colombiano fue creado para un mundo muy diferente al actual, cuando existía un pacto de cuotas entre países productores y consumidores. Lo importante era producir un café de buena calidad para exportación, sin tener en cuenta las características particulares de los cafés de las distintas regiones. La generación masiva de divisas dependía del pacto y por ello el café estaba en el centro de la agenda del Gobierno.
El pacto de cuotas se acabó, pero las rutinas y las estructuras siguen siendo muy similares a las del pasado. La estructura de la producción permite hacer un desarrollo de la caficultura colombiana acorde con las demandas actuales en materia de sostenibilidad. Sin embargo, esto involucra una mayor complejidad y difícilmente puede lograrse con un esquema basado en las necesidades del pasado.
Las oportunidades existen, especialmente para el café cultivado en pequeñas fincas. Las grandes fincas en la parte central del país están desapareciendo rápidamente, porque el costo de oportunidad de sembrar café en tierras costosas es muy alto. De la misma manera, el costo de la mano de obra es también alto, pues es muy difícil conseguir que la gente que vive cerca a las ciudades quiera ir a recoger café.
Las mejores oportunidades para el futuro de la caficultura se encuentran precisamente en las fincas pequeñas, que son las que podrían obtener las mayores ventajas a partir del café de origen. Pero, estos cultivadores, sin embargo, son precisamente los que tienen menor ingreso y educación y los que encuentran más difícil trabajar a través de redes y alianzas para penetrar los mercados internacionales.
El problema no es de corto plazo y el reto es gigantesco. Es necesario que la Federación asuma la necesidad de liderar estos cambios y para ello es indispensable una revisión a fondo de sus propias prácticas, para que se convierta en una organización más ágil y con mayores capacidades a fin de responder a las demandas internacionales. La Federación internacional de Café reconoce la importancia del café para la economía de muchos países que dependen del café para obtener divisas que les permitan continuar programas de desarrollo económico y social.
En la actualidad ningún producto ha tenido tanta importancia para la economía colombiana, como ha significado el café cuyo proceso logra emplear más de 500.000 familias y es el sustento de 2 millones de personas.
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